El principio I del Toyota Way es uno de los principios más inspiradores (y hasta un poco poético) del modelo Toyota:
“Base sus decisiones de gestión en una filosofía a largo plazo, a expensas de lo que suceda con los objetivos financieros a corto plazo.
Tenga un sentido filosófico de propósito que reemplace cualquier toma de decisiones basada en el corto plazo. Trabaje, crezca y alinee toda la empresa hacia un propósito común que supere el ganar dinero. Comprenda su lugar en la historia de la empresa y trabaje para situar a la empresa en un nivel más alto.
Genere valor para el cliente, la sociedad y la economía. Evalúe toda la función de la empresa según su capacidad de lograrlo.
Sea responsable. Luche por decidir su propio destino. Actúe con confianza y fe en sus propias capacidades. Acepte la responsabilidad por su conducta y mantenga y mejore las capacidades que le permitirán producir valor añadido.”
Todos los principios del Toyota Way se apoyan en la filosofía a largo plazo. Objetivos inmediatos con intereses cortoplacistas son incompatibles con un sistema Lean, que requiere una inversión de recursos con el fin de mejorar, para uno mismo y para los demás, en el largo plazo.
Obviar los objetivos financieros a corto plazo por el bien de los objetivos a largo plazo resulta tremendamente complicado para la mayoría de las empresas de hoy, cuyos objetivos financieros anuales normalmente están ligados al prestigio (y primas) del equipo directivo.
Si el balance anual es mejor que el año anterior significa, sin duda, que la Dirección está haciendo lo correcto… ¿o no? Quizás se han conseguido muy buenos resultados, pero comprometiendo la calidad y los recursos necesarios para años posteriores. Quizás se han maquillado los problemas, sin llegar a la raíz de los mismos, quizás se ha generado mucha cantidad, pero poca calidad… ¿Realmente esto se tiene en cuenta en todas las empresas? Por desgracia, la respuesta es no.
Las culturas más individualistas -como América del Norte o el norte de Europa- tienden a enfatizar más los valores relacionados con la promoción del individuo, sin embargo, las culturas colectivistas -como son algunas regiones de Asia, África o Sudamérica- se centran más en los aspectos relacionados con el grupo y el contexto social. Es posible que esta diferencia cultural sea la base del éxito o del fracaso a la hora de aplicar un sistema Lean en la empresa. Aplicar los principios del Toyota Way y transformar nuestra organización en una organización Lean no supone aplicar cuatro herramientas para ahorrar tiempo, supone toda una transformación cultural que debe partir de la Dirección y para la que la mayoría de las empresas no se encuentran preparadas.
Podemos ver un claro paralelismo de esto en el ámbito personal. Hoy en día queremos todo y lo queremos ya. Los avances tecnológicos nos han facilitado mucho la vida, pero al mismo tiempo nos han convertido en seres impacientes. Queremos que nuestro trabajo sea perfecto, queremos ganar dinero fácil y rápido (para gastarlo igual de rápido), queremos conseguir títulos con cursos milagrosos e intensivos (y poco eficaces, dicho sea de paso), queremos conseguir mucho, invirtiendo poco…
Sí, la vida “es corta” hay que vivir los momentos al máximo, carpe diem, etc… Pero en ocasiones conviene pisar el freno, recapacitar y pensar si nuestras decisiones a corto plazo están hipotecando nuestro futuro.
Una manera de saber si actuamos por objetivos a largo plazo es preguntarse lo siguiente: ¿Cómo me gustaría estar en el futuro? Una vez respondida esta pregunta, la siguiente sería: ¿Estoy haciendo algo para conseguirlo? Si la respuesta es negativa, puede que los objetivos cortoplacistas dominen tu forma de actuar y sea el momento de replantearse las cosas.
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